viernes, 1 de julio de 2011

Motorola Atrix


Es el último «juguete» de Motorola y, aunque parece un móvil como los demás, no lo es en absoluto. En este mundo (el de la telefonía móvil), en el que últimamente todos los terminales se parecen como clones, ya era hora de toparse con algo realmente nuevo y diferente a todo lo demás.

Así, de un primer vistazo, el nuevo Motorola Atrix no parece muy diferente del resto de los «androides» que inundan el mercado. De hecho, sus prestaciones nominales son muy similares a las del resto de los dispositivos de reciente aparición: gran pantalla de alta definición (4 pulgadas), procesador de doble núcleo a 1 GHz, 16 Gb de memoria interna, cámara trasera (5 megapíxeles) y frontal, sistema operativo Android (por ahora 2.2, actualizable a 2.3 Gingerbread este mismo verano)...

Pero ahí se acaban las similitudes. Y no por el hecho de que el Atrix admita tarjetas micro SD de hasta 32 Gb (algo que se encuentra también en otras marcas), ni tampoco (y esto sí que es exclusivo) porque incorpore un sistema de huella digital para encender el terminal. Y ni siquiera porque lleve una batería de 1.900 miliamperios, bastante más duradera que las de 1.500 que monta la competencia (según el fabricante, el Atrix admite hasta nueve horas de conversación ininterrumpida).

Lo que hace al Atrix realmente único son sus impresionantes accesorios, dos estaciones base que pueden convertir el teléfono, con sólo acoplarlo a ellas, en un ordenador portátil plenamente funcional o en un dispositivo multimedia que permite llevar cualquier contenido del teléfono a una pantalla grande a través de un simple puerto HDMI.

La idea de Motorola, hay que admitirlo, es brillante. Partiendo de la base de que hoy los teléfonos móviles tienen igual o más potencia que los portátiles de hace apenas un par de años, y casi la misma capacidad de almacenamiento (el Atrix llega a los 48 Gb) los ingenieros de la firma norteamericana se plantearon un móvil capaz de convertirse en el auténtico «centro» de la vida digital de cualquier usuario.

La gran capacidad de memoria garantiza que dentro del teléfono se puede almacenar todo lo que se quiera: miles de canciones, imágenes, vídeos, aplicaciones, documentos... Por no hablar de los programas que, desde YouTube a Picassa, Facebook, Spotify, Google Docs o Dropbox (por citar algunos) nos permiten tener almacenado todo eso en «la nube» y acceder a ello gracias a una simple conexión a internet.

Dicho lo cual, el siguiente paso era el de «transformar» el móvil en algunos de los «otros» dispositivos que forman parte de nuestro ecosistema electrónico más habitual. Y así surgió el Lapdock, una sencilla, ligera y ultrafina carcasa de portátil que no posee, por sí misma, inteligencia alguna. De hecho, no es más que una pantalla, un teclado, una batería (de ocho horas de duración) y una serie de puertos USB y HDMI. No lleva software, ni procesador, ni ventiladores.

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